De la Innovación a la investigación educativa
Javier Paricio
Javier Paricio
Resulta paradójico (y revelador) que la universidad investigue sobre casi todo, excepto sobre la docencia que ofrece a sus estudiantes, aquello que constituye su misma razón de ser. Resulta doblemente paradójico si reparamos en que la innovación docente es una actividad bien asentada en nuestras instituciones: ¿sobre qué se basa entonces esa innovación?, ¿acaso es posible una innovación verdaderamente relevante si no va en paralelo a la investigación? Para la mayoría de nosotros hablar de investigar sobre los problemas del aprendizaje y enseñanza de nuestra materias resulta algo extravagante, ¿sobre qué hay que investigar exactamente?, ¿es un nueva forma de innovación? No, innovación e investigación de la docencia son terrenos conectados, pero claramente diferenciados en sus objetivos, planteamientos y métodos. En la investigación, a diferencia de la innovación, nuestra aula y los procesos de los estudiantes en ella no son el objetivo, sino el laboratorio en el que tratamos de dilucidar una cuestión general (aunque, por supuesto, ese conocimiento acabará proyectándose en innovación y mejora).
Pero, entonces, ¿no basta con la innovación?, ¿por qué habríamos de investigar en nuestra aula? Hay dos razones fundamentales. La primera y quizás más importante, porque nos transforma como profesores. No investigamos para saber cómo enseñar mejor, sino para saber más sobre nuestros estudiantes, sobre sus dificultades y concepciones, sobre lo que significa aprender y desarrollar competencia en nuestro ámbito. La investigación pone a prueba nuestra explicaciones ingenuas sobre lo que está pasando en el aula y el resultado es siempre un cambio profundo en nuestra forma de interpretar lo que ocurre. A través de ella, descubrimos la gran complejidad de la enseñanza cuando hablamos de transformar intelectualmente a nuestros estudiantes. La segunda razón es porque necesitamos saber más sobre cómo y por qué ocurren las cosas en nuestras aulas: ¿por qué no lo hacen así?, ¿qué les impide pensar y actuar como les he explicado?,¿qué requiere llegar a ser competente en mi campo?… Y, si no lo hacemos nosotros, ¿quién va a hacerlo? En las últimas décadas hemos desarrollado buenos marcos teóricos generales que nos orientan y nos ofrecen buenos puntos de partida, pero son sólo eso, puntos de partida: los problemas de los estudiantes de Física (o Matemáticas, o Económicas…) son en gran medida específicos y sólo los expertos o expertas en ese campo pueden abordarlos. Así que la investigación es en gran medida disciplinar. De hecho, la buena investigación docente tiene como requisito un conocimiento muy profundo (no necesariamente enciclopédico) de nuestra materia y no es exagerado decir que suele cuestionar desde sus cimientos este conocimiento disciplinar.
Profesor Titular de Universidad en la Facultad de Educación de la Universidad de Zaragoza. Adjunto al Rector para Innovación Docente y responsable de la calidad de las titulaciones de esta Universidad entre los años 2008 y 2012. Director del Instituto de Ciencias de la Educación entre 2003 y 2008 e implicado en el apoyo a los proyectos de innovación y mejora de la docencia de la Universidad desde 1989. Es autor de 26 publicaciones relacionadas con el aprendizaje y la calidad de la educación superior, incluida la co-autoría del libro Cartografía de la buena docencia universitaria. Un marco para el desarrollo del profesorado basado en la investigación.